Ensimismamiento de la imagen violenta
La fotografía periodística que documenta la violencia compone un rubro particular en el uso social de la representación. Si atendemos a la idea, muy común en nuestros tiempos, de que toda imagen es política, podremos agregar que su empleo y dominio mediatizado supone poder simbólico. Y es en ello que se produce seducción. Porque, finalmente, eso es la imagen periodística: una representación con fines que más allá de lo informativo, tiene sus raíces en la pelea por la hegemonía. Sin embargo, el velo de su función, basada en la conveniencia de su transmisibilidad, puede opacar los sesgos de cada una de esas fotografías, sus ángulos y recortes, los enfoques y colores, el contexto en el que aparecen. Y asumir la labor fotoperiodística desde un ángulo así, implica una toma de postura: si aquello que es el centro de su operación puede ponerse en duda, es posible a la vez colocar su formalidad en el extremo.
El trabajo de Claudia Aréchiga es cercano a este procedimiento. Su oficio como fotoreportera, en el que está implicada desde hace años en medios de circulación nacional e internacional, tiene su cruce con el arte en la medida de una indagación vinculada a la violencia y a su empleo como empalme discursivo. Las imágenes que muestra en <<Un exilio de la imagen>> están reducidas a una mínima huella de lo que fueron, alejándose así de la referencialidad inmediata para poner el foco de atención en una sola masa de color. Ese aislamiento o disección es un proceso para el discernimiento, cuya acepción primera comprende el “apreciar dos cosas como distintas o como desiguales” (Moliner). Es decir que, en aquella particularización icónica existe una diferenciación que sustrae una de las partes del todo, para cuestionar su sentido. Se trata de un método crítico de observación meticulosa que resume los mínimos gestos velados detrás del gran gesto político. De este modo se accede a lo paradójico en una rehumanización del discurso, desde su lado sensible, a partir de una estrategia técnicamente fría. ¿Fueron cadáveres lo que hay en esas figuras en la serie “Aspiradoras y ametralladoras”; o fue sangre real la que parece estar capturada en las manchas en “Rojo”; o aquellos son cuerpos cubiertos por “Sábanas”? Muy probablemente sí, pero son también otra cosa. Eso que se esconde detrás del terror.
[César Cortés Vega / curaduría]
